Como ya os comenté en mi otro blog, hace poco que he vuelto de un viaje a Kenia, donde por
fin he podido cerrar un círculo que llevaba abierto casi ocho años: he
completado los "Big Five", que – recordemos – son: león, elefante,
búfalo, leopardo y rinoceronte.
Los cuatro primeros los vi
en repetidas ocasiones en Tanzania, donde también hice esta foto de un
rinoceronte en Ngorongoro, aunque estaba tan lejos, que no lo contabilicé como
avistamiento. De hecho, hace falta echarle bastante imaginación…
Años más
tarde, en Zimbabue, visité una reserva privada en la que recuperaban
rinocerontes, pero se trataba de animales a los que habían quitado el cuerno y
se encontraban además en un recinto vallado, por lo que tampoco quise darlos
por buenos, ya que mi objetivo era verlos en estado salvaje.
Ha
sido ahora, en Masai-Mara, donde he podido ver cuatro ejemplares en completa
libertad, aunque del primero, avistado con prismáticos por encontrarse
demasiado lejos, tampoco tengo una buena foto. Teniendo en cuenta que hay
contabilizados trece en esa zona del parque, haber visto a cuatro de ellos me
parece todo un éxito.
Son rinocerontes negros, sin contar este primero, dos hembras y un macho.
Los blancos se alimentan de hierba, pero los negros comen arbustos, por lo que
son más difíciles de ver. Por si fuera poco, no podíamos salirnos del camino
(salvo en lugares muy concretos) lo que nos complicaba la vida. Más de una vez estuvimos
detrás de alguno que se ocultó entre la vegetación antes de que pudiéramos alcanzarlo.
Dedicar toda una mañana a buscarlos, seguir el rastro de uno de ellos
durante horas y volver al lodge con las manos vacías, es descorazonador. Los
baches del camino, que siempre se sobrellevan con optimismo, te dejan baldado,
y por mucho que sepamos que la naturaleza es así de caprichosa, la moral baja
enteros. Cada día que pasaba era como una losa, y ya me temía lo peor.
Todos los inconvenientes
quedan, sin embargo, aparcados, cuando hay un nuevo mensaje de radio
advirtiendo de otro avistamiento. Dejamos de lado al resto de animales,
imaginamos la ruta que tomará el rinoceronte e intentamos interceptarlo sin
salirnos de las rutas marcadas, aprovechando la experiencia de nuestro chófer.
No está cerca, pero sí a tiro de mi 300 mm.
La
emoción es grande, quizás porque lo vivo con ilusión. Habrá quien piense que es
una tontería, pero son momentos así los que convierten unas vacaciones en un
gran viaje. Según se sucedían los safaris, terminamos encontrando otros dos.
Aún están lejos (tened en cuenta que las fotos están recortadas), por lo que
ahora mi siguiente objetivo es volver a verlos, pero más de cerca.
Quería
contaros más cosas, pero la entrada se me iba de las manos, así que la
completamos dentro de unos días. Si en esta os muestro mi experiencia personal,
procuraré dar más datos sobre estos magníficos animales en la próxima.