Parte de la aventura de visitar las ruinas de Machu Picchu es ascender al Huayna Picchu, el pico más famoso, el que sale en todas las fotos. Machu Picchu, el que les da nombre, significa montaña vieja y es el que queda habitualmente a la espalda. Huayna Picchu es montaña joven.
El único problema es que la entrada está limitada a cuatrocientas personas diarias, así que lo mejor es levantarse tempranito, a las cuatro de la mañana, habiéndose garantizado la tarde anterior un lugar en el primer autobús. Esto lo podéis solicitar en vuestro hotel.
Nosotros estuvimos en el Hotel Sumaq en Aguas Calientes. Fueron tan amables que nos permitieron usar el spa para darnos una ducha a la vuelta de la excursión. Todo un detalle, teniendo en cuenta que habíamos dejado la habitación y que esa tarde nos esperaban varias horas de tren y coche de vuelta a Cuzco.
A esas horas aún no ha amanecido, pero el frescor hará más fácil la ascensión. La entrada está al otro lado de las ruinas, así que conviene estudiar el camino la tarde anterior, para ir directos y sin perder tiempo.
Aunque la subida parezca complicada, Tawaki se informó bien antes de intentarla y os puede decir que no es difícil en absoluto. Se puede hacer en menos de una hora, y las vistas de las ruinas merecen la pena. De hecho son espectaculares.
Es cierto que algunos tramos son empinados y estrechos; en ellos conviene dejar a un lado el vértigo, pero, insisto, es más seguro de lo que parece. Aquí el camino asciende al lado de unas terrazas. Al fondo vemos el río Urubamba.
El premio es poder ver las ruinas de Machu Picchu desde el otro lado y desde arriba, algo poco habitual. A lo largo del camino hay varias terrazas en las que se puede descansar, hacer fotos y admirar el panorama. En la segunda imagen se puede observar la carretera por la que asciende el autobús. Es estrecha y no apta para los que sufran del corazón.
No es que yo sea un kamikaze sentándome tan al borde, las fotos tienen truco, aunque no están retocadas. Yo estaba al borde, pero sin correr ningún peligro.
Luego más tarde, pudimos ver Machu Micchu con sol y hacer más fotos con calma.
Una última foto antes de marchar. Nuestro tren y Cuzco nos esperan.
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Estaré de viaje casi todo el mes de noviembre.
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