La llaman la Bahía de Halong del interior, un reclamo publicitario más que otra cosa, por mucho que estos montículos calizos guarden
algún parecido con los islotes de la costa, pero lo cierto es que el lugar bien
merece una visita, incluso en un día nublado como el que nos tocó a nosotros.
Nuestro guía nos acercó hasta el embarcadero de Van
Lam, dejándonos en manos de una de esas muchas mujeres que reman, curiosamente,
con los pies en vez de usar los brazos. Con gran pericia, logran esquivar el
caos de barcas atracadas unas junto a otras, mientras nosotros intentamos
equilibrar el peso de nuestros cuerpos, para una mejor navegación sin perdernos
ninguna foto.
Ellas van cómodamente sentadas en la popa del sampán y hablan el suficiente inglés como para entendernos. No hay problema, porque con
un paisaje como éste, lo de menos es quién te lleva y qué idioma habla.
Por señas. nos pide que no le hagamos fotos. Mejor predisposición muestran los turistas con los que nos cruzamos continuamente.
Van con la misma ilusión que nosotros, y los saludos se cruzan de barca a
barca.
Navegamos por el río Ngo Dong, admirando los
montículos de piedra caliza, unas formaciones rocosas kársticas que destacan en
un paisaje de campos de arroz completamente llano. Como fuimos en temporada
seca, los arrozales estaban lejos de su mejor momento; es el precio que hay que
pagar cuando no se quiere la lluvia.
Por el camino se atraviesan algunas cuevas, túneles
más bien, excavados por el agua gracias al paso del tiempo. De hecho, Tam Coc
significa “tres cuevas”. Primero atravesamos la Hang Ca, y luego la Hang Giua y la
Hang Cuoi. Tienen entre cuarenta y cinco y cien metros de largo, con una altura
de unos dos metros, por lo que en algunos puntos hay que tener cuidado con la
cabeza.
Se respira un completo aire de tranquilidad, y solo se
oye el golpeteo de los remos en el agua.
En realidad es una suerte que el día esté nublado,
porque cuando sale el sol los contrastes de luz son demasiado acusados para las
fotos. La temperatura es también más agradable. Los reflejos son preciosos.
El ritmo pausado nos permite observar la vida local
Nos esperan más cuevas, creadas con paciencia por un
agua que disuelve la roca caliza. Es un paisaje en constante cambio, solo que a
una escala temporal que no somos capaces de apreciar.
Situado en la provincia de NinhBinh, TamCoc no está
lejos de Hanoi (unos 90 km), y es una excursión perfecta para pasar un día
completo. A la llegada, después de una propina, todo son risas, y, entonces, sí
posan para foto.
Si viajáis por esta parte de Vietnam no olvidéis
dedicar un día a este paseo. Como habéis visto, merece la pena.