Pensaba llevaros a Italia, a ver mosaicos, pero estos días he tenido que ir a Cancún por trabajo y he decidido recordar el viaje que hice por allí en mayo pasado.
Tulum está a unas dos horas en coche desde Cancún, en el estado mexicano de Quintana Roo. Aunque estábamos en la temporada seca, me sorprendieron algunos días de lluvia, así que cuando llegamos estaba todo encharcado. Fuimos de los primeros en sacar las entradas; luego irían llegando el resto de turistas.
La combinación de alta temperatura y humedad hizo que algo de agua se condesara en el interior del objetivo, así que tuve que esperar un poco a que la cámara se aclimatara.
El sol estaba justo enfrente, todavía muy bajo, de forma que no era fácil esquivarlo.
La mayor parte de los edificios corresponden al periodo postclásico de la cultura maya (ss. XIII-XV).
Se trata de un yacimiento pequeño, sobre todo si lo comparamos con Chichén Itzá o con Palenque, cuyo mayor atractivo es su situación junto al mar Caribe. Aquí adivinamos una playa paradisiaca detrás de estas palmeras.
El edificio principal es el faro, único en la cultura maya. La costa está protegida por una barrera de arrecifes y el faro marcaba el único punto de entrada para las embarcaciones.
Quedan algunas pinturas en un par de edificios, pero están bastante deterioradas.
Dicen que en esta zona se encuentran las mejores playas de México.
El camino serpentea alrededor del promontorio en el que se encuentra el faro.
Llegamos a otro mirador.
Y nos acercamos al faro.
Recomiendo madrugar un poco para ir un paso por delante del resto de turistas. Y llevar repelente para mosquitos. A la salida ya había bastante cola de gente para comprar las entradas. Recuerdo que encontré allí a unos españoles que luchaban denodadamente contra los tábanos. Creo que agradecieron que les diese un poco de mi Relec. Mientras ellos hacían cola y pasaban calor yo me volví a mi hotel y a la playa.