Soy de los que habitualmente se informan, leen guías y blogs, ven fotos
sobre los lugares que van a visitar, pero cuando mi amiga me dijo que había que
incluir Hoi An en el recorrido por Vietnam, le dije que sí sin mirar mucho más.
Hay quien piensa que es mejor así: llegar con ojos nuevos, aunque en mi caso
fue por vagancia falta de tiempo.
Después de la bulliciosa Hanoi, de la variedad de Sapa y de la belleza de
Ha Long y Tam Coc, Hoi An fue otra agradable sorpresa. Es quizás lo mejor de
Vietnam, que no hay dos días iguales.
Después de que nuestro tercer y último guía del viaje
nos hubiera recogido la noche anterior en el aeropuerto, disfrutábamos de un
día soleado y agradable en una ciudad claramente orientada al turismo – todo
son cafés, restaurantes y tiendas – pero muy tranquila y sosegada.
Fue
así como llegamos hasta el puente japonés, superviviente de una época pasada y
lejana. En un extremo un perro, en el otro, un mono, representan los años en
los que se comenzó y terminó de construir.
El
puente fue construido en 1995 (editado) la década de 1590 por los comerciantes japoneses que vivían en esta
parte de la ciudad, para conectar los barrios japonés y chino. Mide unos 18
metros de largo, está cubierto de madera y pertenece al Patrimonio de la
Humanidad de la UNESCO desde 1999.
Abundan
en esta zona las antiguas casas de comerciantes chinos y japoneses, y visitamos
un par de ellas. Son amplias, de varias plantas para protegerse de las
frecuentes inundaciones y con patios frescos y agradables. Esta primera está a
un lado del puente.
Y esta
otra la visitamos después de haberlo cruzado.
Pero
las calles del centro, flanqueadas de árboles, están llenas de otros muchos
edificios de una o dos plantas, testigos de un pasado colonial aún reciente.
Abundan
los templos, muy coloridos, en los que arde de continuo el incienso. Hay
tiendas de todo tipo en los soportales, de recuerdos o de ropa, donde te hacen
un traje en una tarde. Las motos están por todas partes, y hay movimiento, pero
el ambiente que se respira es tranquilo. Los árboles abundan.
Hoi An
tiene mucho más que ofrecer. Dentro de unos días volveremos a visitarla.