Ciudad perdida, oculta bajo un denso manto de vegetación, y encontrada hace casi cien años por un explorador norteamericano. Ciudad sagrada de los Incas, considerada durante muchos años su última capital, esta espléndida ciudadela es uno de los mayores atractivos de Perú, un destino turístico de primer grado y el desencadenante de muchos viajes al país andino, el nuestro entre ellos.
Se encuentra en la cordillera de Vilcabamba, a 2.400 metros sobre el nivel del mar y a 130km de Cuzco, la antigua capital del Tahuantinsuyu, el gran imperio inca que en sus momentos de mayor esplendor se extendía desde Chile hasta Colombia y desde Ecuador hasta la selva brasileña.
Manco Capac había puesto los cimientos de una civilización que sólo brilló cien años y que después de conquistar a los demás pueblos andinos, declina con la guerra fratricida entre Huascar y Atahualpa, momento en el que llegan los conquistadores españoles.
Cuando Pizarro y sus aliados indios asedian Cuzco, Manco Inca (no confundir con el anterior) se retira a Vilcabamba, donde establece la que sería última capital del imperio. El emplazamiento de esta ciudad sigue siendo desconocido. Los españoles destruirían gran parte de los monumentos, bien porque reutilizaron los materiales de construcción, bien porque necesitaban someter a la población.
Machu Picchu significa montaña vieja en quechua, y es el nombre de una de las montañas que flanquean la ciudad. El río Urubamba o río Celestial – denominado así por los Incas porque creían que era el fiel reflejo de la Vía Láctea – rodea el enclave varios metros más abajo.
Durante siglos nadie supo de su existencia, hasta que en 1911, por una serie de casualidades, Hiram Bingham da con ella. Hiram era un profesor de historia y un explorador. Nacido en Honolulu, seguía los caminos de Simón Bolívar, libertador de buena parte de Sudamérica. Esos caminos le llevaron a visitar buena parte de las ruinas incas, que terminaron por despertar su curiosidad.
No obstante, sería años más tarde, en otra expedición en la que trataban de determinar si el nevado Coropuna era la cumbre más alta de Sudamérica, cuando Machu Picchu sería redescubierta.
Hiram buscaba la última capital inca, siguiendo el curso del río Urubamba, cuando topan con Melchor Arteaga, un campesino que, tras vencer su inicial reticencia les dice que conoce unas ruinas muy grandes donde se han establecido un par de familias de campesinos.
Acompañado por el sargento Carrasco, un policía que le servía de intérprete y del mismo Arteaga, Hiram atraviesa un precario puente sobre el río e inicia la difícil ascensión hasta la cumbre.