Después de haber mostrado uno de los episodios más
negros de la historia de Budapest en mi entrada sobre los zapatos del Danubio,
aprovecho ahora para llevaros a otro rincón mucho más alegre, la isla
Margarita, también en el Danubio.
Estuvo lloviendo durante los
cuatro días que pasamos en esta bonita ciudad y este fue uno de los pocos
momentos en los que tuvimos algo de sol.
La entrada al parque se hace
desde uno de los puentes que cruzan el Danubio. Nosotros andábamos un poco
perdidos porque estaban de obras, pero un albañil muy simpático, viendo que
íbamos en mala dirección nos llamó y nos indicó cómo llegar por el camino más
corto sin que nosotros le hubiésemos preguntado nada. Todo un detalle que
agradecimos mucho.
Los dos kilómetros y medio de la
isla se pueden recorrer andando, pero también hay autobuses para los vagos
recalcitrantes. Salen desde la plaza donde está el monumento de la primera
foto, que conmemora el centenario de la unificación de la ciudad.
Allí cerca está la fuente de la
música, cuyos chorros de agua están sincronizados con música clásica.
Además de un bonito jardín, podemos encontrar un
depósito de agua que ahora se utiliza como sala de exposiciones y las ruinas de
un convento.
Pero lo mejor es caminar entre los macizos de flores y
sentarse en algún banco.
El jardín está bien cuidado y lo que es agua no le
falta.
Con un poco de tiempo podemos
fijarnos en los detalles y descubrir nuevas perspectivas.