Vale la pena
disponer de unas cuantas horas porque este es un museo que hay que coger con
ganas. Es mucho lo que hay que ver, pero al ser tan variado no se cansa la
vista, sólo las piernas.
Esta
es una pequeña muestra de las esculturas que se pueden admirar allí. Como de
costumbre en la capital italiana, las obras están magníficamente expuestas.
El museo está
compuesto en realidad por varios edificios que se distribuyen a lo largo y
ancho de Roma. Nosotros estuvimos en el que se encuentra cerca de la Piazza
della Repubblica.
Fue
fundado a finales del siglo XIX y recoge piezas desde el 500 a.C hasta el siglo
III d.C. Su colección de escultura es magnífica, pero también hay muy buenos
frescos, procedentes de antiguas villas romanas.
Algunas habitaciones se han reconstruido enteras y no
es difícil retroceder dos mil años en el tiempo e imaginar cómo debía ser la
vida entonces.
Cuando nos cansemos de ver salas y salas con frescos
podemos cambiar de tercio y admirar los mosaicos. Bien conservados, mejor
expuestos y plagados de pequeños detalles.
Con más o con menos
colores, con personas o animales, con figuras geométricas o seres fantásticos.
Todos son diferentes.