A pesar de que recuerdo el viaje a
Bretaña como pasado por agua, revisando las fotos, descubro que tuvimos algún
ratito de sol, como cuando fuimos a ver este castillo de Kerjean.
Conducíamos
un poco a la aventura, no muy lejos de la costa, yendo de un castillo a otro y
disfrutando del día.
Más que
un castillo se trata de una casa fortificada, originalmente construida por la
familia Barbier (bendita Wikipedia)
entre las décadas de 1540 y 1590.
Dañada
durante la Revolución Francesa, y sumida en un lamentable abandono durante el
siglo XIX, fue vendida en 1802 a la familia Brithac responsable de la venta de
piedra y plomo, tras el destrozo debido a su utilización como fortaleza
militar. Todo ello explica el estado en el que la encontramos ahora, a pesar de
la restauración llevada a cabo a finales del siglo pasado y principios del
presente.
A pesar
de ser mediados de julio, estuvimos prácticamente solos y pudimos disfrutarla a
nuestro antojo.
En la
actualidad está considerada como Monumento Histórico.
Viendo su
tamaño y su ubicación, dan ganas de transportarse a su momento de mayor
esplendor y descubrir cómo se vivía en aquella época.