Nos fuimos en tren un miércoles del pasado octubre, aprovechando que era fiesta y en una hora habíamos llegado a Cuenca. Nos recomendaron que tomásemos un autobús, pero no tuvimos paciencia para esperar y subimos andando. Tampoco estaba tan lejos.
Así pudimos ver el centro histórico de esta ciudad colgada, que ya os enseñaré otro día. Hoy nos centramos en la ribera del río y en los colores otoñales.
Primero echamos un vistazo desde arriba. Bajamos por una cuesta empinada. Luego subimos otra vez para buscar dónde comer y terminamos por bajar de nuevo para tomar el tren de vuelta. Me pregunto por qué me dolían las piernas al día siguiente.
A lo que vamos. Un otoño que se retrasa,
el río,
los árboles que apenas empiezan a cambiar de color
los reflejos,
y un visitante inesperado que nos fastidió el reflejo en las aguas quietas.