Una cortina de agua de cincuenta metros de altura aguarda a los inexpertos marineros del Maid of the Mist, una excursión imprescindible para admirar de cerca esta maravilla de la naturaleza.
Un poco antes, ya en el barco, hemos pasado junto a las cataratas americanas. Al fondo se observa parte del puente que une las dos orillas, así como el mirador construido en los Estados Unidos para compensar el hecho de que se vean mejor desde Canadá.
Fue una tarde de tormenta en la que apenas cayeron unas gotas de lluvia, pero que me brindó la posibilidad de jugar con las luces y sombras. Esta foto ya la habéis visto algunos en Flickr y en mi otro blog, pero no me resisto a ponerla, aunque más pequeña.
Las cataratas, formadas en la última glaciación, continúan erosionando el terreno, retrocediendo por el curso del río que lleva el mismo nombre.
Un rayo de sol se cuela entre las nubes en el momento justo, mientras los barcos siguen zarpando sin descanso, llenos de turistas eufóricos, armados hasta los dientes de la más reciente tecnología.
Observamos la puesta de sol desde la tranquilidad de uno de los muchos miradores. Hay gente por todas partes, pero el espacio es amplio y nos repartimos. Como de costumbre, la mayoría se conforman con salir en un par de fotos, así que el resto disponemos de tiempo de sobra para disfrutar las vistas con calma.