Nunca fue tan cierto el refrán de que a quien madruga, Dios le ayuda como en aquella mañana de domingo. Nos habíamos levantado a las seis, para recorrer los ochenta kilómetros que dista Daimiel de Ruidera y llegar a tiempo de ver amanecer.
Eso nos salvó, porque luego llegaron las hordas de domingueros, un cielo gris sin ningún encanto y la lluvia insistente. Pero para entonces ya teníamos nuestras tarjetas llenas.
Nada más llegar nos encontramos con un par de antipáticos fotógrafos, cuyos objetivos, que estaban apoyados en el suelo, alcanzaban mi ombligo. Les preguntamos por dónde era conveniente ir para sacar paisajes, pero debieron pensar que íbamos a seguirles, espantando a las aves, porque contestaron con evasivas.
Así que tomamos el circuito principal, yendo a nuestro aire, fiándonos de nuestro olfato y con los primeros rayos de sol a nuestra espalda.
La luz todavía era escasa y apenas alcanzaba a iluminar unas pocas nubes reflejadas en un agua aún dormida.
El Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel se ubica en la provincia de Ciudad Real, al sur de Madrid. Es un lugar de especial riqueza ecológica, una estación de paso para multitud de aves que emigran entre Centroeuropa y África.
Por desgracia, la sobreexplotación de sus acuíferos por una agricultura excesiva está esquilmando este ecosistema. El Guadiana y el Cigüela no dan a basto para reponer unos niveles de agua que se han ido acumulando durante milenios.
Es por ello por lo que había retrasado tanto la visita a este parque. Pero después de las persistentes lluvias de este invierno decidimos que era el mejor momento para ir.
No nos engañemos, lo que vemos es un espejismo que ya habrá desaparecido con los calores del verano. El nivel de la capa freática está dañado y sólo con una protección continuada podrá recuperarse.
La visita al parque está muy bien organizada, por una red de pasarelas que son accesibles a todas las edades y condiciones físicas. Podemos observar desde ellas la tranquilidad del agua y los carrizos recién levantados.
Un paisaje espectacular para una mañana de domingo.
De vez en cuando, el sol se asoma entre las nubes y nos da una alegría.