Volvemos
a Sicilia, en esta ocasión a Cefalú, una pequeña población situada en la costa
norte de la isla. Entonces, allá por junio de 2006, fue la última etapa de
nuestro viaje, pero ya sabéis que este blog no sigue ninguna regla cronológica,
así que regresaremos por estas tierras, porque aún me quedan muchos sitios por
mostrar.
Aunque la fundaron los griegos, su
nombre no aparece hasta el 396 a.C. con motivo de una expedición cartaginesa
que terminó derrotada. En 858 caería en manos de los árabes, que la cedieron a
su vez a los normandos en 1603. Después de pertenecer a varias familias
feudales y a los obispos de Cefalú, entró a formar parte del Reino de Italia en
1861.
La
catedral se empezó a construir en 1131, en estilo normando, y tiene dos enormes
torres de cuatro pisos, mientras que el ábside es semicircular. La vemos desde
lo alto del acantilado después de una trabajosa ascensión bajo un fuerte sol.
El
interior, que contiene mosaicos bizantinos del siglo XII, fue restaurado en
1559. El pantocrátor es precioso, lástima que la foto esté un poco movida.
Mientras
subíamos hemos pasado por delante del “Templo de Diana”, una construcción
megalítica que sufrió modificaciones en el siglo V a.C. No es que quede mucho,
al menos para un profano como yo.
En
cambio, las vistas de la ciudad y del Mediterráneo son fantásticas. El color
del agua es una invitación al baño. No en vano, Cefalú es conocida por su playa
de arena fina.
Las
puestas de sol también son espectaculares. Esta foto ya la utilicé en una
entrada en mi otro blog, pero la repito. La tomamos junto al puerto.
Pasear
por las calles de la ciudad es una delicia. Iglesia tras iglesia, palacio tras
palacio. Calles estrechas, empedradas, con sus cuestas.
La catedral, la
Chiesa Maria SS. della Catena, el Palazzo Legambi.
Lavadero medieval, usado por los
sarracenos y restaurado en 1991.
Como os decía al principio,
volveremos por esta bonita isla, para seguir disfrutando de sus muchos tesoros.