La imagen que
tenemos todos de Canadá es muy diferente de la que muestro en esta entrada.
Imaginamos este país como una extensa llanura helada en su mitad norte,
mientras que el sur está plagado de bosques, lagos y alguna que otra ciudad interesante
como Toronto o Montreal.
Pero en los
alrededores de Calgary el desierto es el rey.
Pasamos la noche en
un motel, el primero de los muchos que nos acogerían durante las dos semanas
largas que duró el viaje, y nos encaminamos hacia el Museo Royal Tyrell y el Parque
Provincial de Dinosaurios, que es Patrimonio de la Humanidad desde 1979.
El
Tyrell es uno de los mejores museos de dinosaurios del mundo. En la foto vemos
el esqueleto de un T-Rex, pero había muchos más. Sólo me decepcionó la librería, que no estaba demasiado surtida,
pero las salas son espectaculares.
Toda esta zona, hoy
tan seca, fue un maravilloso estuario hace millones y millones de años. Ahora
se encuentran fósiles por doquier; han desenterrado más de 500 individuos de 40
especies diferentes, incluyendo peces, reptiles y mamíferos.
Hay muchos senderos que te permiten conocer el parque,
pero hace falta un coche para desplazarse de un mirador a otro. Como en toda
Norteamérica, sin vehículo propio no eres nadie.
Se ve que no viene demasiada gente por aquí y que los
pocos que vamos somos gente tranquila, porque ya me diréis en qué otro lugar
podemos conseguir que un conejo pose tan tranquilo como éste.
El paisaje es árido a más no poder, pero fascinante.
Sobre todo si imaginamos los bichos que solían moverse por aquí hace millones
de años. Seguimos, como podéis ver, dentro de la zona de badlands de otra
entrada anterior.
En algunos lugares del parque han dejado varios
fósiles a la vista, para que podamos entender mejor las labores de extracción.
Leyendo un libro descubrí que los muy bestias usaban dinamita para
desenterrarlos. Menos mal que las técnicas han cambiado.