miércoles, 10 de abril de 2019

Cambio de blog

Hola a todos, parece que este blog está dando avisos de virus a quienes lo visitan, por lo que, en vista de que no sé cómo solucionarlo, he decidido crear uno nuevo con el original nombre de Más extraño que la ficción 2.

Podéis acceder a él mediante este enlace. Os ruego que a partir de ahora cambiéis la dirección, porque en este blog no habrá más entradas.

Pido disculpas por los inconvenientes que haya podido causar, aunque haya sido sin intención y os espero en el nuevo blog.

Saludos,
Tawaki

Chile XVII - Orongo y la Cueva Ana Kai Tangata

Estos dos lugares estuvieron entre lo primero que vimos en la Isla de Pascua. De hecho, al final fuimos un par de veces. La Cueva Ana KaiTangata es un lugar ceremonial en el que encontramos algunas pinturas rupestres, pero su principal función era la de servir como embarcadero en una costa por lo general salvaje e inaccesible.





Se accede a ella bajando unas escaleras de madera. El paisaje es bonito, pero hace falta bastante imaginación para disfrutar de las pinturas, así como para hacerse una idea de la importancia del lugar. Es más una parada agradable camino de Orongo, que otra cosa.


Esa primera tarde, el cielo estaba muy nublado, pero al menos no llovía, mientras que en la segunda visita, disfrutamos de un sol espléndido.

Orongo es un lugar muy importante para los isleños, pero su historia es conocida solo parcialmente, algo muy común en esta cultura que ha sobrevivido a duras penas en un lugar tan remoto y aislado. Nos encontramos en el extremos sur, en Rano Kau, uno de los tres volcanes principales de la isla. Su origen se remonta a hace unos dos millones y medio de años y ahora está ya extinto.


En su interior vemos una caldera de un kilómetro y medio de ancho que contiene una laguna con plantas de totora. Sus laderas están cubiertas de una vegetación de un verde intenso.


En el mar, observamos tres islotes, que serán los protagonistas de nuestra historia. En ellos anidan los manutara, o lo que es lo mismo, el charrán sombrío, un ave migratoria que visitaba el lugar una vez al año.



En el siglo XVI o XVII se produjeron algunos cambios sociales, y los reyes fueron cediendo influencia y poder político a los matato’a, unos líderes guerreros, mientras se imponía el culto a Make-Make, el dios creador, relacionado con la fertilidad. El mito de Make-Make lo encontráis en la Wikipedia, pero la parte que nos interesa a nosotros es la que se refiere a la Tangata manu, o ceremonia del hombre-pájaro, una competición que se estuvo realizando hasta bien entrado  el siglo XIX (1867).


No están claros los motivos por los que se originó esta ceremonia, aunque algunos aluden a una posible sobreexplotación de los recursos de la isla por parte de una población demasiado numerosa. El caso es que una vez al año, cada tribu elegía un representante que, en caso de ganar, les otorgaría el poder político y militar, así como el derecho a explotar en exclusiva los recursos proporcionados por las aves.

Los contendientes se reunían junto con los jefes de los diferentes clanes en Orongo, un poblado situado en la cima del volcán que solo era habitado unas semanas al año. Está formado por unas cincuenta casas de piedra, con forma de barco invertido y unas puertas excesivamente bajas, cuya función era proteger a los que se refugiaban en el interior de posibles ataques, al obligar al que entraba a agacharse.




De aquí procede el famoso moai, el único hecho en basalto, que se puede ver en el Museo Británico, en Londres.



Orongo también es rico como zona arqueológica, y basta darse un paseo para descubrir varios petroglifos, cuyo significado se desconoce.




La ceremonia consistía en bajar por la abrupta pendiente del volcán, de unos 300 metros, a través de una grieta hasta alcanzar el mar. Había que nadar entonces hasta los islotes, ayudándose de un flotador hecho de totora, la planta que encontramos en el interior del volcán. Una vez allí había que tomar un huevo de manutara y nadar de vuelta el kilómetro y medio que hay de distancia hasta la orilla, sin que éste se rompiera. El primero en regresar se convertía en ganador, era tratado como un dios y tenía que vivir aislado en una cabaña sagrada hasta el año siguiente. Su tribu se convertía a su vez en los gobernantes de la isla.




Ni que decir tiene que muchos contendientes morían en el intento, bien por caídas producidas al bajar por la pendiente, bien ahogados o devorados por los tiburones. Esta práctica fue suprimida por los misioneros cristianos, celebrándose por última vez en 1967. Cuando me lea el libro de Katherine Routledge quizás pueda contaros más cosas, pero de momento es mucho lo que se desconoce de este ritual.