Hace algo menos de un año hice esta entrada sobre el Fram. Pues bien, sin necesidad de salir del
museo, atravesando un pasillo subterráneo, llegamos hasta el edificio donde se
exhibe otro barco mítico, el Gjoa.
Os advierto de que mi interés por las exploraciones me
ha llevado a escribir una entrada más prolija de lo habitual, por lo que, si de
verdad estás interesados, os recomiendo que os pongáis cómodos, que vienen
curvas.
El ser humano siempre ha mostrado interés por el comercio, y con los
avances científicos las rutas se fueron ampliando hasta alcanzar los puntos más
lejanos del globo terráqueo. No obstante, los dos caminos practicables entre
oriente y occidente – por América del Sur y bordeando África – estuvieron
monopolizados durante mucho tiempo por los imperios español y portugués
respectivamente, lo que motivó que se buscara activamente una ruta alternativa
por América del Norte.
En Wikipedia hay un buen artículo en el que comentan los diversos intentos,
el más penoso de los cuales protagonizado por John Franklin en 1845, en una
expedición en la que nadie sobrevivió.
Al final sería el noruego Roald Amundsen quien se
llevaría el gato al agua al descubrir el ansiado paso en 1906, cinco años antes
de su llegada al Polo Sur. El barco que nos ocupa hoy, permitió la primera de
las dos hazañas.
Los acreedores acuciaban a Amundsen, pero éste logró reunir algo de dinero
que les aplacara, permitiendo al Gjoa partir finalmente de Kristiania (la
antigua Oslo), un lluvioso 16 de junio de 1903, en dirección al Atlántico
Norte. Se detendría aún en un par de ocasiones en la costa oeste de
Groenlandia, para recoger perros y ropas proporcionadas por los inuits, así
como los suministros necesarios para completar el viaje.
El 22 de agosto arribaron a Beechey Island, el último
puerto de invierno conocido de la desdichada expedición de Franklin. Desde allí
navegaron por Peel Sound, manteniéndose cerca de la Península de Boothia para
evitar el hielo. Pero pocos días después surgirían los primeros contratiempos:
el barco golpeó repetidamente bancos de arena y también se originó un incendio
en la sala de máquinas, donde se guardaban 16.000 litros de queroseno sin que,
afortunadamente, estos fuesen alcanzados por las llamas.
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Un par
de noches más tarde, volvían a chocar, esta vez contra un arrecife, quedando
embarrancados. Se aligeró la nave sin que sirviera para nada, hasta que un
vendaval hizo que el Gjoa fuera arrancado de las garras del arrecife,
liberándolo por fin. A pesar de todos estos lances adversos el barco no estaba
seriamente dañado y pudo continuar su travesía por aguas más profundas.
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El 9
de septiembre habían llegado al estrecho de Simpson, que estaba libre de hielo.
Podían haber continuado por el Pasaje del Noroeste, pero Amundsen decidió
quedarse un par de años en la zona y buscó un puerto abrigado, al que llamarían
Puerto de Gjoa, que estuviese protegido del viento. Su angosta entrada evitaba
también que les alcanzaran los grandes témpanos. En la actualidad nos lo
muestra Google en su aplicación de mapas.
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Apenas
un mes después de su llegada, apereció un grupo de inuits que se establecieron
junto a los exploradores. Eran Netsilik, el pueblo de inuits canadienses más
aislado, y aunque sus antepasados se habían topado con algunos aventureros
británicos, era la primera vez que veían al hombre blanco. Los noruegos
aprendieron su lengua y pronto se estableció una relación amigable en la que
unos y otros intercambiaban conocimientos, cuchillos, agujas y herramientas.
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Amundsen,
fascinado por esta nueva cultura, recogió una gran cantidad de artefactos inuit
que pueden verse hoy en el museo etnográfico de Oslo.
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Las
mediciones magnéticas efectuadas a lo largo de los dos años que estuvieron
allí, permitieron a los noruegos ser los primeros en demostrar que el polo
norte magnético no es estable, sino que oscila de una forma bastante regular.
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En la
primavera de 1905, Amundsen estaba listo para continuar viaje hacia el oeste.
Se desmanteló el campamento y zarparon el 13 de agosto, iniciando la difícil
navegación por el estrecho de Simpson. Cuatro días más tarde alcanzaron la
bahía de Cambridge, dejando atrás lo peor del viaje. Habían llegado hasta donde
nadie antes lo había hecho.
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Algunas
jornadas más tarde se encontraron con un ballenero americano que sería el
primero en felicitarles por haber encontrado el Paso del Noroeste. Amundsen
quería proseguir hacia el oeste, pero el hielo les obligó a pasar un tercer
invierno entre los témpanos.
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La
prioridad era entonces enviar un telegrama al periódico The Times informando de
la proeza, con el fin de obtener dinero a cambio de la primicia. El único
problema era que la estación de telégrafos más cercana estaba en Eagle City, en
Alaska, a unos 1.300 km que habrían de recorrerse en trineo. Consiguieron
enviar el telegrama, pero como Nansen no tenía dinero para pagarlo, se decidió
divulgar su contenido a la prensa de Seattle, por lo que The Times se quedó sin
historia y los expedicionarios sin el dinero prometido.
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Amundsen
regresó al barco tras recorrer en trineo los 2.600 km, y el Gjoa alcanzó el
estrecho de Bering el penúltimo día de agosto de 1906, llegando a San
Francisco, en la costa californiana, el 19 de octubre de 1906.
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El
explorador noruego era todo un profesional: sus diarios revelan que conocía a
la perfección las expediciones anteriores y que había identificado dónde y cómo
habían fracasado. Conocer qué ropas vestir, cómo construir iglús o cómo usar
trineos y perros, la importancia de comer carne fresca y de almacenar comida,
así como contar con una tripulación altamente cualificada le permitieron tener
éxito donde otros habían fracasado.
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Gjoa
Haven, el puerto en el que se refugiaron durante dos años existe hoy en día en
la provincia canadiense de Nunavut. Su nombre inuit es Uqsuqtuuq, que significa
“mucha grasa”, en referencia a la cantidad de focas que hay por la zona. Es el
único asentamiento de la isla King William.
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Los
primeros misioneros arribaron en la década de 1920 y la policía montada del
Canadá en 1927. A finales de la década de los 50, el gobierno canadiense insta
a los inuits a que formen comunidades y se construye la primera escuela. La
televisión por cable no estaría disponible hasta los 90 y en los primeros años
del presente siglo la población sobrepasó los 1.000 habitantes. Ahora es una de
las comunidades que más rápido crecen en el Ártico mientras las temperaturas
suben y el grosor del hielo disminuye. Se estima que con el calentamiento
global esta ruta quede libre de hielos a partir de 2020, al menos durante
algunos meses al año, permitiendo el comercio en barcos convencionales. El
viaje se podría acortar entonces en unos 5.000 km.
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En
este museo se preocupan por mostramos cómo viven en la actualidad los
habitantes de Gjoa Haven, pero también hay espacio para fotos históricas, como
la de Magito, una mujer que Amundsen menciona con frecuencia en sus diarios, o
la de Atagala y su familia, que visitaron a los exploradores un 20 de
noviembre.
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En
otras, observamos a varias mujeres y niños Netsilik (la gente foca) en una
expedición de pesca. También quedó constancia gráfica del primer intento por
alcanzar el Polo Norte Magnético, que fracasaría solo cuatro días más tarde por
el mal tiempo y por la falta de experiencia en el manejo de trineos y perros.
Ya para terminar, una pasarela elevada nos permite echar un vistazo al
barco desde arriba. Tiene 21 metros de eslora y 7 de manga, siendo su calado de
3 metros. Su nombre hace honor a la esposa del armador que lo botó en 1872. El velero
fue utilizado en la pesca del arenque primero y para la caza de focas desde
1884. Amundsen lo compró en marzo de 1901
Después de varias vicisitudes y sucesivas restauraciones en San Francisco,
fue trasladado a Oslo en 1972, coincidiendo con el centenario de su botadura,
siendo instalado en su ubicación actual en mayo de 2009.
Confío en que la entrada os haya parecido interesante sin resultaros pesada.
Me llevó varios días prepararla y me lo pasé estupendamente, pero entiendo que
no todos tengáis esa fascinación mía por las grandes exploraciones.
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Fuentes: Museo del Gjoa, Wikipedia y elaboración
propia.
13 comentarios:
la expedición de J. Franklin fue un desastre terrible...Lo que seguro no sabes es que sus dos barcos tenían nombres originados en el Polo Sur...el nombre de los dos primeros volcanes descubiertos allá abajo (ahora no los recuerdo) y vinieron a quedar varados en el Artico.
Tengo un cuento referido a la relación que la portuguesa isla de Madeira tiene con la expedición del Fran y la conquista del Polo Sur.
Con relación al comentario de Alí Reyes los dos barcos que comenta llevaban por nombres Erebus y Terror.
Se ve que te apasiona.
Buena entrada bien documentada.
Saludos.
También estuve en el museo y admiré el barco. De hecho, estaba muy interesado y la descripción es interesante. Saludos.
·.
Te has currado a fondo el reportaje y ha valido la pena. Son de admirar aquellos hombres y sus viajes, basados en su propio impulso aventurero... y con la carencia de medios, impensable ahora en cualquier expedición.
Gracias por esta excelente exposición.
Un abrazo
.·
LMA · & · CR
Pues te va a gustar el libro que te envié. La tierra del fuego. Allí, si mal no recuerdo
lo nombra John Franklin. Solo que aquí la crónica transcurre en el sur de América.
Empezamos viajando. Buen comienzo :)
Besos
Resulta fascinante revivir esa increíble aventura viajera de estos expedicionarios para los que el más difícil todavía era su pasión. Uno recrea en su imaginación esos kilómetros y más kilómetros de suelo y agua helados y con la climatología en contra y no tiene más remedio que pasmarse por el empuje y la fuerza de Amundsen y sus compañeros.
Expedições ao desconhecido precisa de muita convicção e força.
O homem consegue fazer coisas incríveis são verdadeiras obras de arte
essas embarcações antigas.
Mais uma viagem super interessante que conheci.
Bela partilha.
Continuação de um bom final de mês.
Alí Reyes, algún día me pondré a investigar sobre la expedición de Franklin, que tuvo que ser tremenda. Seguro que aprendo algo interesante.
Un jubilado. Correcto, Gracias por la aclaración.
Mari-Pi-R, no era mi intención hacerla tan larga, pero tema lleva al otro, y cuando te quieres dar cuenta...
Giga, lo tienen todo muy bien puesto y explicado, ¿verdad? Es un museo que da gusto visitar.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.
Alfonso, a mí me fascina que fueran capaces de echarse a la mar en esos cascarones, y, encima para estar varios años fuera de casa. Creo que no les damos el reconocimiento que en verdad merecen. La entrada es larga, lo sé, pero es que el tema me apasiona.
Nella, seguro que me gusta. De momento solo he leído las primeras páginas, pero prometo decirte qué me pareció cuando lo termine. Empezamos viajando, porque la vida es en sí un safari.
Una mirada, eran otros tiempos, otros medios y otros hombres. Este tipo de gestas nos recuerdan hasta dónde es capaz de llegar el ser humano cuando se nos pone a prueba, y eso me resulta fascinante. Siempre queremos saber más y lo mejor de todo es que nuestra curiosidad jamás se colma.
A casa Madeira, el placer de compartir es mío. Los seres humanos somo capaces de grandes cosas y solo necesitamos que nos pongan a prueba y que nos den algunos medios para demostrarlo. Toda esta época de los descubrimientos solo pone de manifiesto nuestra innata curiosidad.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.
Una entrada muy bien elaborada.
No me cansó, porque el tema de las expediciones me gusta mucho, y siempre aprendes cosas nuevas.
Las fotos dentro del Museo, al igual que me sucedió con la otra entrada, me hicieron estar allí.
Pero además me llevan a visualizar (imaginar) a pequeña escala, los acontecimientos habituales que allí se vivían. Quiénes eran, qué sintieron, sus inquietudes, miedos, curiosidades y ansias de aprender y descubrir. Como si esos tablones de madera pudieran decirme más de lo que ya sabemos y nos contaron.
Fue un viaje fantástico y apasionante, donde contagias el entusiasmo e interés conque lo viviste y lo relataste. Me encantó. Ya puedes escribir un libro con tus historias tan bien hechas y fotografiadas. Gracias. Beso grandote.
Nélida G.A., el museo está muy bien montado, con cantidad de información y buenos libros, aunque preferí comprar otros de vikingos. Creo que no damos a las exploraciones la importancia que tienen, porque gran parte de los avances que disfrutamos hoy en día se deben a la valentía, al arrojo de ciertos hombres que decidieron no quedarse en sus casas. Me gusta el tema, y preveo que habrá más entradas como ésta.
Rosa María, ya me gustaría tener talento para escribir un libro, pero me conformo con traeros las cosas que más me apasionan. Vivimos en una época hedonista en la que solo parece importar el presente, pero yo creo que es bueno recordar de dónde venimos y cómo llegamos aquí. Otros prefieren olvidar el pasado, pero a mí me gusta conocerlo y mostrarlo.
Muchas gracias a las dos por vuestros comentarios.
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