domingo, 23 de septiembre de 2018

Kenia II – Rinocerontes negros

Como ya os comenté en mi otro blog, hace poco que he vuelto de un viaje a Kenia, donde por fin he podido cerrar un círculo que llevaba abierto casi ocho años: he completado los "Big Five", que – recordemos – son: león, elefante, búfalo, leopardo y rinoceronte.

Los cuatro primeros los vi en repetidas ocasiones en Tanzania, donde también hice esta foto de un rinoceronte en Ngorongoro, aunque estaba tan lejos, que no lo contabilicé como avistamiento. De hecho, hace falta echarle bastante imaginación…


Años más tarde, en Zimbabue, visité una reserva privada en la que recuperaban rinocerontes, pero se trataba de animales a los que habían quitado el cuerno y se encontraban además en un recinto vallado, por lo que tampoco quise darlos por buenos, ya que mi objetivo era verlos en estado salvaje.


Ha sido ahora, en Masai-Mara, donde he podido ver cuatro ejemplares en completa libertad, aunque del primero, avistado con prismáticos por encontrarse demasiado lejos, tampoco tengo una buena foto. Teniendo en cuenta que hay contabilizados trece en esa zona del parque, haber visto a cuatro de ellos me parece todo un éxito.


Son rinocerontes negros, sin contar este primero, dos hembras y un macho. Los blancos se alimentan de hierba, pero los negros comen arbustos, por lo que son más difíciles de ver. Por si fuera poco, no podíamos salirnos del camino (salvo en lugares muy concretos) lo que nos complicaba la vida. Más de una vez estuvimos detrás de alguno que se ocultó entre la vegetación antes de que pudiéramos alcanzarlo.

Dedicar toda una mañana a buscarlos, seguir el rastro de uno de ellos durante horas y volver al lodge con las manos vacías, es descorazonador. Los baches del camino, que siempre se sobrellevan con optimismo, te dejan baldado, y por mucho que sepamos que la naturaleza es así de caprichosa, la moral baja enteros. Cada día que pasaba era como una losa, y ya me temía lo peor.

Todos los inconvenientes quedan, sin embargo, aparcados, cuando hay un nuevo mensaje de radio advirtiendo de otro avistamiento. Dejamos de lado al resto de animales, imaginamos la ruta que tomará el rinoceronte e intentamos interceptarlo sin salirnos de las rutas marcadas, aprovechando la experiencia de nuestro chófer. No está cerca, pero sí a tiro de mi 300 mm.


La emoción es grande, quizás porque lo vivo con ilusión. Habrá quien piense que es una tontería, pero son momentos así los que convierten unas vacaciones en un gran viaje. Según se sucedían los safaris, terminamos encontrando otros dos. Aún están lejos (tened en cuenta que las fotos están recortadas), por lo que ahora mi siguiente objetivo es volver a verlos, pero más de cerca.



Quería contaros más cosas, pero la entrada se me iba de las manos, así que la completamos dentro de unos días. Si en esta os muestro mi experiencia personal, procuraré dar más datos sobre estos magníficos animales en la próxima.