martes, 19 de abril de 2011

El cañón del Sumidero

Seguimos en México, aunque un poco más al sur, no muy lejos de otra bella ciudad que se llama San Cristóbal de las Casas. La empresa que se portó de forma tan poco profesional en Oaxaca quiso arreglar su imagen y puso un chófer a mi disposición que me llevó, recién aterrizado en Tuxtla Gutiérrez, al Cañón del Sumidero. Mis quejas surtieron efecto y pude hacer el resto del viaje en privado.

Apenas tuve que esperar unos minutos en el muelle, donde pude disfrutar de las primeras vistas del río Grijalva. Esta era la lancha en la que hicimos la excursión.




Con este clima, la vegetación crece a sus anchas en ambas orillas.


Aquí podemos ver unos zopilotes, unas aves carroñeras de plumaje más negro que el carbón que se extienden por casi toda Iberoamérica.



Seguimos río abajo a velocidad de paseo, acercándonos hacia la abundante fauna y esquivando los numerosos troncos que transporta el río. Los guías saben muy bien dónde suelen estar los cocodrilos y los podemos ver desde cerca.




Este cañón se formó hace la friolera de doce millones de años y tiene una altura desde la superficie del agua de hasta mil metros. La profundidad varía mucho, pero en algunas zonas alcanza los trescientos metros.


Más fauna; también encontramos garzas y pelícanos.





El cauce del río Grijalva separa los estados de Tabasco y Chiapas. Llegamos casi hasta la presa del embalse y damos la vuelta.




La zona fue convertida en parque nacional en 1980. Aquí podemos ver unos cocodrilos nadando frente a nuestra barca y otro más tomando el sol en la orilla.





Las lanchas son cómodas, salen con bastante frecuencia y los guías son muy amenos y experimentados. Fueron dos horas estupendas en las que la cercanía del agua contribuyó a paliar el calor reinante.