domingo, 13 de diciembre de 2015

Nueva Zelanda IX – Una playa solitaria

En Nueva Zelanda hay playas mucho mejores que ésta, pero también tiene su encanto. La soledad, el cielo nublado, y el hecho de que llevara ya dos semanas conduciendo solo, con más de tres mil kilómetros a la espalda también ayudó. Puede que esta vez las fotos tengan más significado para mí que para vosotros. Se piensa mucho cuando nadie te distrae.

El pueblo de caravanas que encontré al final de la carretera parecía más bien abandonado. No había un alma, ni tan siquiera un coche, nada que diese a entender que allí vivían personas.



Tan solo unas cuantas gaviotas, que escarbaban en busca de comida entre los despojos arrastrados por la marea. Ésta se acercó sin mostrar miedo alguno. Yo me retiraba con las olas para no mojarme los zapatos, pero a ella le daba igual.




Conducía en dirección a Kaikoura desde el extremo norte de la isla del sur, sin saber dónde pasaría la noche, recorriendo con calma y deleite esta costa salvaje, con una lluvia fina como única compañía. Por aquí el paisaje también es más desolado de lo habitual.



El paso a nivel menos peligroso del mundo y unas vías que corren paralelas a la costa.



Ojalá tuviese tiempo para ver adónde llevan, pero Kaikoura y sus maravillas me esperan.


He querido terminar el año con esta entrada modesta, para recordar que la felicidad está en las pequeñas cosas, y que no necesitamos de un paisaje espectacular para disfrutar de la vida.

¡Os deseo una Navidad muy feliz, y nos vemos pronto, en 2016!.