martes, 16 de marzo de 2010

Dublin

Hace ahora justo seis años de mi visita a Dublín, una ciudad estupenda que obvié en mi primer viaje a Irlanda porque entonces me interesaba ver lo más posible del resto del país. La espera mereció la pena.


Es pequeña y manejable, pero tiene muchos alicientes y hay mucha gente joven. Ahora que San Patricio está a la vuelta de la esquina, la imagino con un ambiente festivo, con la gente echada a la calle independientemente del tiempo que haga y la cerveza engrosando las aguas del Liffey.


Fue fundada por los vikingos en el siglo IX, aunque hay constancia de asentamientos humanos mucho anteriores en el tiempo. Su historia es fascinante, pero no quiero extenderme demasiado.

Hay multitud de iglesias, pero uno de sus mayores iconos es la fábrica de cerveza Guinness. Algún día os descubriré mi pasión por esta bebida.



Otro punto de interés, un poco en las afueras de la ciudad, es la antigua cárcel Kilmainham Gaol, que desempeñó un papel de primera fila en la independencia del país y donde fueron ejecutados muchos de sus principales líderes. Cerrada en 1924, hoy en día es un museo.



Es posible que os suene, porque ha aparecido en películas como The Italian Job (1969), El hombre de Mackintosh (1973), En el nombre del padre (1993), Michael Collins (1996) entre otras.

El mejor barrio para salir a tomar unas pintas es Temple Bar, el barrio viejo, en pleno centro, donde se apiñan pubs y más pubs.



La antigua casa de aduanas, a orillas del río.


Y un grupo de esculturas que recuerdan las grandes hambrunas sufridas por los irlandeses. La de vueltas que le di para poder sacar la foto sin que nadie tapara a nadie.


Personajes famosos, como James Joyce se pasean por las calles del centro. O Molly Mallone, la pescadera más conocida de la ciudad.



La gente es muy amable, siempre parece estar alegre y de fiesta y es un lujo pasear por sus calles.



Os dejo con una vista del castillo.