martes, 20 de marzo de 2018

California XIV - Sendero del General Grant Tree

El Parque Nacional de Kings Canyon, en California tiene muchos atractivos, uno de los cuales es este sendero que serpentea entre sequoias. No nos lo pueden poner más fácil, tan solo hay que recorrer ochocientos metros en los que no hay desniveles ni escaleras.

Tratándose del tercer parque nacional del país si los consideramos por orden cronológico, fue creado en 1890, después de Yellowstone y Sequoia NP. Es importante no salirse del sendero para no dañar las raíces de estos magníficos árboles.




Nada más empezar la ruta nos encontramos con este árbol caído que ahora hace las veces de túnel. Como veis, sus raíces no profundizan mucho en la tierra, provocando que muchos ejemplares mueran al no poder sostener el peso del árbol. Es una forma que tiene la naturaleza de renovarse. El de la foto soy yo, que algunos me confundís con el del anuncio de mi otro blog (arriba a la derecha).




Un cartel (toda la información está al menos en inglés y en español) nos enseña que estos árboles son muy resistentes a la putrefacción, pudiendo quedar tendidos sobre el suelo durante cientos de años sin que su aspecto cambie demasiado. Parece que aquí, al otro lado del océano, valoran más nuestro idioma que en su país de origen.


Este tocón, cortado a ras de suelo tiene su propia historia: los primeros exploradores dieron fe de la existencia de estos inmensos árboles, pero la gente no les creía. En 1875, con motivo del primer centenario de los EEUU se hizo una exposición en Filadelfia en la que se exhibieron cinco metros ahuecados y posteriormente ensamblados de una sequoia. Aun así, hubo escépticos que lo denominaron el “engaño de California” por lo que al menos tres inmensas sequoias fueron cortadas y mostradas por todo el país para demostrar que no se trataba de ningún timo y que estos árboles existían de verdad.




Llegamos a la cabaña Gamblin, llamada así por los hermanos que la construyeron en 1872. Se dedicaban a cuidar del ganado en las montañas, y este país, en el que todo es historia reciente, la ha convertido en un icono. Al declararse parque nacional, la cabaña fue utilizada primero por la caballería estadounidense, que patrullaba la zona, pasando a ser luego el refugio del primer ranger.



A mitad de camino encontramos el que por volumen es el tercer árbol más grande del mundo, el General Grant, que toma su nombre de un general de la guerra civil estadounidense, Ulysses S. Grant. Solo su altura ya impresiona a cualquiera, pero cuando te quedas con la boca abierta es al comprobar algunos datos.


Aquí, al aire libre, el tamaño pasa algo desapercibido – no digamos ya en las fotos, que no le hacen justicia – por lo que es necesario tener algo conocido para compararlo. De esta forma, ¿cuántos balones de baloncesto pensáis que cabrían en su tronco de estar hueco? La respuesta: 159.000.

Con sus doce metros de diámetro y treinta y tres de circunferencia, hacen falta veinte personas cogidas de las manos para rodear su tronco. Es la sequoia más ancha conocida a pesar de que no es tan vieja; la más antigua vino al mundo unos 1.500 años antes. Al final, lo que determina el tamaño de estos árboles no es tanto la edad, sino las condiciones del terreno y del clima, que aquí parecen ser ideales.

Algunos datos más: con una altura de 82 metros, pesa unas 1.325 toneladas, tiene 1.320 metros cúbicos y se estima que ya celebró su 1.700 cumpleaños. ¿Os imagináis las velas de la tarta? Como es habitual en este tipo de árboles, las ramas se concentran en la parte alta. La rama más baja está a 39 metros del suelo, mientras que la más ancha tiene 1,4 metros de diámetro. Os pongo una foto en la que salgo para que os hagáis una idea de su tamaño.


Seguimos recorriendo el sendero, admirando más y más sequoias en un bosque mágico que parece no tener fin. Las sequoias crecen a veces de dos en dos o en grupos más grandes. Son tan altas que me cuesta meterlas en el mismo encuadre. Yo, que suelo evitar a las personas en mis fotos, las utilizo esta vez para mostrar la escala. ¿Veis a la niña de la tercera foto?




Algunos no hacen caso de las normas y prefieren hacerse una foto subidos en un tronco que tiene algunos grafitis, demostrando que idiotas hay en todas partes.


Nosotros seguimos nuestro camino, que a pesar de ser corto nos muestra infinitos ejemplares.





Enhorabuena a los que con su trabajo permiten que los turistas disfrutemos de un paisaje tan increíble, al tiempo que protegen estas joyas de la naturaleza.