miércoles, 5 de diciembre de 2012

Gales

Este blog cumple cinco años sin que os haya llevado a Gales hasta ahora, y eso es un error imperdonable. Esta vez se trata de un viaje de 2004 por lo que las fotos están escaneadas.

Gales es el vivo ejemplo de que no se deben hacer caso de lo que te cuentan. Me habían dicho que los galeses, especialmente en el norte, eran antipáticos, pero yo sólo me encontré con gente amable. Incluso nos invitaron a un par de whiskys en uno de los pubs. Los dueños nos contaron su viaje por la India mientras sonaba Celine Dion.

Lo mejor es formarse uno mismo sus opiniones. Si os pongo esta imagen, por ejemplo, pocos la relacionarán con este destino.


Gales es tierra de inmensos castillos; tan grandes que cuando terminaron de construirlos la guerra se había acabado. No sé cuántos vimos, un buen montón, desde luego. Caerphilly fue el primero.


Pero también hay lugar para los pequeños pueblos costeros como Tenby.


Hay autopistas, pero ya sabéis que yo soy más de carreteras secundarias. Menos mal que no había demasiado tráfico.


Los monumentos megalíticos, tan comunes en esta parte de Europa no podían faltar.


Por allí dicen que si no te gusta el tiempo que hace sólo tienes que esperar un cuarto de hora. Y es verdad. Nunca vi nada parecido, sacas el paraguas y un momento después estás tomando el sol.



El paisaje de las minas de pizarra de Llechwedd, con todas esas piedras acumuladas en las que apenas crecen unos arbustos, no es muy variado, pero la visita a la mina merece mucho la pena. Pueden verse unos 800 metros de túnel a los que se accede usando un funicular.

También te enseñan cómo trabajaban aquí los niños de doce años, y dónde vivían. Desolador.


Otro castillo, Caernafon, una flor de los jardines de Plas Newydd, una mansión familiar del siglo XV y una de las vacas típicas.




Aún nos queda una visita a Blaenavon Iron Works, una fábrica de hierro que comenzó a funcionar a finales del siglo XVIII y que se ha convertido en una de las instalaciones pre-industriales mejor preservadas del mundo.


Lo dejo aquí para no cansaros demasiado, pero hay mucho más que ver.


Y pensar que hay gente a la que no le gusta Gales…

domingo, 18 de noviembre de 2012

Newgrange

Mi primera visita a Irlanda fue en 2003 y en poco menos de dos semanas conseguí ver la mitad sur de la isla. Ya casi al final, nos acercamos al condado de Meath para ver algunas de los mejores monumentos megalíticos del país y de Europa.

Newgrange es un gigantesco cairn (palabra originaria del gaélico escocés que significa montón de piedras). Y cuando digo grande me refiero a 200.000 toneladas de piedras amontonadas hasta alcanzar los 76 metros de altura, cubiertas por tierra y por hierba. Ocupa unos 4.500 metros cuadrados.


Fue construido sobre el 3200 a.C. en la época neolítica y se estima que tardaron cinco años en erigirlo. Los constructores fueron granjeros y agricultores que aún no habían descubierto las técnicas del metal. Las piedras más grandes, que suman más de 500, fueron transportadas desde una zona costera que dista 20km.

No se sabe cuál era su función pero se le atribuye una función religiosa porque está alineado con el sol al amanecer en el solsticio de invierno.

Comenzó a ser estudiado en el siglo XVII y la fachada principal ha sido reconstruida con cuarzo, pero el resto se ha conservado muy bien. Tiene un pasadizo que se interna 19 metros en el montón hasta llegar a tres pequeñas cámaras dispuestas alrededor de otra centra que tiene una cúpula más alta fabricada con piedras, mientras que el techo de las más pequeñas sólo tiene una gran piedra plana. El dibujo es de Wikipedia.


Son varias las piedras que contienen representaciones abstractas de arte neolítico. Se desconoce lo que representan o cuál era su función, aunque se creen que eran meramente decorativas. Los diseños pueden encuadrarse dentro de diez categorías. Cinco de ellas se corresponden con líneas curvas, mientras que las otras cinco son de líneas rectas.




Una vez al año, en el solsticio de invierno y durante 19 minutos, el sol penetra en el interior por un agujero que hay sobre la entrada y baña el interior de la cámara. En la actualidad la luz entra unos cuatro minutos después del amanecer, pero hace 500 años debía entrar en el preciso momento en el que aparecía en el horizonte.


Los turistas que se aventuran hoy día en el interior pueden hacerse una idea del fenómeno gracias a una luz artificial que lo simula. Es un momento muy emocionante, el guía apaga todas las luces y uno piensa en todas las piedras que tiene sobre su cabeza. Entonces la luz artificial va entrando en la cámara.

Por razones de espacio, para disfrutar del espectáculo real hay que apuntarse a una lotería y rezar para que ese año el cielo no esté nublado.

Muy cerca hay varias tumbas de corredor importantes como Knowth y Dowth. Son montículos mucho más pequeños, pero que también tienen su interés. Nosotros también las vistamos.


lunes, 5 de noviembre de 2012

Orta San Giulio

Nos vamos a Italia, a un viaje que hice en 2007 y del que guardo muy buenos recuerdos. Las fotos no son las mejores, ya que en aquella época aún tiraba en jpg, pero confío en que os den una idea de este estupendo lugar que es Orta San Giulio. Estamos al norte del país, en Piamonte, muy cerca de Suiza y a unos 100 kilómetros de Turín.


En la región de los lagos subalpinos, éste es de los más pequeños, pero rezuma encanto y tranquilidad. Es junio y hay pocos turistas a pesar de que los tesoros artísticos abundan por aquí.


El pueblo, Orta San Giulio, es una preciosidad que se encarama a orillas del lago frente a la Isola San Giulio. Sus calles empinadas nos conducen a la plaza y al embarcadero, donde se apiñan cafés y restaurantes de todo tipo.




Los edificios están algo descuidados, pero si prestamos atención descubriremos una preciosa arquitectura, cantidad de frescos y muchas flores.




Nos acercamos a la plaza del pueblo y al embarcadero para contratar una excursión a la isla, famosa por su basílica y lugar de peregrinación.





La isla está sólo a 400 metros y el viaje es corto, aunque nos dan una vuelta para que podamos verla desde todos los ángulos.


Según una leyenda, esta isla era un pedazo de roca habitado por serpientes y otros monstruos terribles hasta que en el año 390 Santo Giulio llegó a ella caminando sobre las aguas del lago. El santo fundó una iglesia, en la que sería luego enterrado y transformó la isla en un centro de evangelización para toda la zona.

La basílica es bonita, pero no dejaban hacer fotos en el interior. Luego dimos una pequeña vuelta por las calles de los alrededores, admirando los macizos de hortensias.





Ya de vuelta en tierra firme condujimos hacia el Sacromonte, desde donde hay bonitas vistas del lago. En esta reserva natural encontramos 21 capillas votivas que datan de los siglos XVII y XVIII.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Budapest - Isla Margarita

Después de haber mostrado uno de los episodios más negros de la historia de Budapest en mi entrada sobre los zapatos del Danubio, aprovecho ahora para llevaros a otro rincón mucho más alegre, la isla Margarita, también en el Danubio.

Estuvo lloviendo durante los cuatro días que pasamos en esta bonita ciudad y este fue uno de los pocos momentos en los que tuvimos algo de sol.
La entrada al parque se hace desde uno de los puentes que cruzan el Danubio. Nosotros andábamos un poco perdidos porque estaban de obras, pero un albañil muy simpático, viendo que íbamos en mala dirección nos llamó y nos indicó cómo llegar por el camino más corto sin que nosotros le hubiésemos preguntado nada. Todo un detalle que agradecimos mucho.
Los dos kilómetros y medio de la isla se pueden recorrer andando, pero también hay autobuses para los vagos recalcitrantes. Salen desde la plaza donde está el monumento de la primera foto, que conmemora el centenario de la unificación de la ciudad.
Allí cerca está la fuente de la música, cuyos chorros de agua están sincronizados con música clásica.





Además de un bonito jardín, podemos encontrar un depósito de agua que ahora se utiliza como sala de exposiciones y las ruinas de un convento.


Pero lo mejor es caminar entre los macizos de flores y sentarse en algún banco.


El jardín está bien cuidado y lo que es agua no le falta.

Con un poco de tiempo podemos fijarnos en los detalles y descubrir nuevas perspectivas.