domingo, 29 de julio de 2012

Horse & Horsethief Canyons

Cuando compré el mapa de carreteras de esta parte de Canadá pensé que me habían timado. Más que autopistas, parecían calles de una ciudad. Avenidas imposibles de tan rectas que eran.

Pero correspondían a la realidad. Estas autopistas cruzan el desierto sin que haya apenas curvas. Son anchas y llanas durante kilómetros y kilómetros, pero no se puede correr demasiado.

Habíamos aterrizado en Calgary, en la provincia de Alberta y habíamos dormido en un B&B bastante cochambroso. Recuerdo que el dueño nos dijo que había estado en España durante la dictadura de Franco y que nos preguntó si la gente ya se podía besar por la calle. La imagen que tienen algunos de España es de lo más curiosa.



En nuestro primer día nos fuimos hacia el este, en dirección a Drumheller para ver un par de cañones, unas formaciones rocosas espectaculares y el Dinosaur Provincial Park.

Horshoe Canyon (cañón de la herradura) está situado pues, en Alberta. Podemos acceder a él por la autopista número 9 y tiene unos 3km de largo. Las fotos son de 2001 y están escaneadas, por eso salen tan oscuras. Era junio y aún podían verse algunas plantas verdes.




Entre cañón y cañón encontramos esta iglesia diminuta en la que solo caben un par de feligreses.


Horsethief Canyon (cañón de los caballos robados) se llama así porque era donde los cuatreros escondían los caballos en su camino a los mercados de Alberta. Está situado muy cerca del Royal Tyrrell Museum, del que hablaremos en otra entrada, y ofrece unas vistas espectaculares.




Es un lugar estupendo para una larga caminata, pero nosotros teníamos la vista puesta en otros lugares y apenas nos detuvimos para hacer las fotos. Digamos que no andábamos sobrados de tiempo.

Llegamos así a los famosos hoodoos de Drumheller, unas formaciones rocosas producto de la erosión. Una roca más resistente protege la columna de roca sedimentaria que hay bajo ella, formando estas chimeneas tan curiosas.




Estas son las llamadas badlands, tierras baldías que se caracterizan por estar formadas por rocas sedimentarias y por tener escasa o nula vegetación. Las rocas erosionadas por el agua y el viento forman un paisaje lunar muy fotogénico.




Fue nuestra primera toma de contacto con este país tan fascinante que es Canadá.

viernes, 13 de julio de 2012

Lago Manyara II

Adentrándonos en el parque, dejamos el bosque atrás y llegamos hasta la llanura que bordea el lago. Como fuimos al final de la temporada seca, la orilla y los animales quedaban muy lejos, así que ni siquiera con mi tele pude sacar buenas fotos. El día nublado tampoco ayudó y un poco más de luz nos habría venido muy bien.




Con más de 300 especies de aves, es un paraíso para los amantes de este tipo de fauna. Claro que para eso hace falta tiempo y nosotros teníamos varias horas de camino por delante.

Varios pelícanos pasaron sobre nuestras cabezas. Mientras tanto, un águila nos observaba desde la copa de una acacia, tan lejos que tuve que recortar la foto. A lo lejos descubrimos nuestros primeros hipopótamos.





También hay multitud de cebras y ñus. Por desgracia, todos estaban demasiado lejos para apreciarlos bien. Menos mal que luego nos resarcimos en el resto del viaje.




Creo que acertamos al ver este parque en primer lugar porque la ilusión compensó la dificultad de ver bien a los animales. Después vendrían Serengueti, Ngorongoro y Tarangire, verdaderas joyas de Tanzania.

Las aguas alcalinas y saladas del lago han dejado la tierra infértil, de modo que no hay árboles en esta zona del parque. En el camino de vuelta vimos cómo unos buitres daban buena cuenta de su desayuno.