sábado, 20 de septiembre de 2008

El Hierro II

Dentro de poco hará un año que estuve por allí, pero aún recuerdo mi primera visita a las Islas Canarias con gusto. Es cierto que fueron sólo tres días, aunque intensos y bien aprovechados. Esta entrada complementa la excursión que publiqué en enero, El Hierro I.

Hace tiempo que dejé el asfalto y que conduzco por carreteras de grava. Aun así están en buen estado, no hay baches y sólo impresiona la altura de los precipicios. He bajado desde los 1500 metros y estoy cerca del faro de Orchilla. La lava se acumula a ambos lados del camino.





Por aquí hay que ir andando, así que os llevaré otro día, de momento seguimos de frente hacia nuestro objetivo, que curva tras curva se va perfilando cada vez más cerca sobre el horizonte.




La lava se quiebra, formando grandes agujeros.


El faro está cerca del extremo más occidental de la isla.



Ahora nos dirigimos hacia Sabinosa y la Playa del Verodal. La carretera serpentea y te emboba como una cascabel.





Después de tantas curvas conviene descansar en la playa. No es grande, pero está resguardada y es bonita.




La carretera se esconde entre la lava, que baja a bañarse en el mar Como vegetación, sólo unos cuantos arbustos, una avanzadilla de la reconquista vegetal.



El sol baja por detrás de la montaña y la isla se envuelve en la oscuridad como si fuera de noche. El mar sigue con la misma fuerza de la mañana.



Volveremos a echar otro vistazo dentro de unos meses.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Isole Bella

Se trata sin duda de una isla bella, pero su nombre es una contracción de Isole Isabella, nombre de la esposa de Carlo Borromeo. Estamos en el norte de Italia, en el Lago Maggiore y os llevo a una de las tres Islas Borromeo. Yo estuve en junio, pero el clima es muy benigno durante todo el año. Eso sí, llueve bastante.


La mejor opción es dormir en uno de los muchos hoteles de Stresa y tomar un barco por la mañana temprano, cuando aún hay poca gente y podemos evitar las colas. También son accesibles desde Verbania.


El lago está dividido en tres zonas, y se puede adquirir un billete para la parte central, donde están las islas y el jardín de Villa Taranto. Nos valdrá para navegar durante todo el día. Los barcos son cómodos, grandes y cubiertos en parte; llegaremos a la isla en pocos minutos.


A principios del siglo XVII sólo se levantaban aquí unas cuantas casas de pescadores y un par de capillas. Poco a poco, la familia Borromeo fue adquiriendo los terrenos, con la intención de construir un palacio, tarea que les llevó varios siglos, llegando hasta la mitad del XX. Para que os hagáis una idea, estuvo más de cien años sin amueblar.



No me dejaron hacer fotos en el interior, así que tenemos que conformarnos con éstas de los patios. Hay cuadros, frescos y tapices de gran calidad, así como esculturas – mucho mejores que las que pudimos ver en el exterior – y varias salas muy originales, con una decoración que simulaba unas grutas y en las que la temperatura era más moderada en verano.



El jardín es de estilo barroco italiano, dispuesto en terrazas y con forma de pirámide truncada. Podemos encontrar muchas esculturas, gran cantidad de flores y varias fuentes. Esta foto, con el sol muy bajo y justo enfrente, me dio muchos problemas, pero al final, mal que bien, cayó.





Éste es el antiguo embarcadero, el que usaba la familia, pero ahora sólo atracan los barcos más pequeños.


Y ésta es otra vista del palacio, camino de la segunda de las tres islas, donde comimos una buena pizza, pero esa historia os la contaré en otra ocasión.