miércoles, 23 de enero de 2008

Palermo

La imagen que tenemos de Sicilia no se corresponde exactamente con la realidad. Aunque la mafia existe, yo no la vi por ningún lado. Sí es cierto que fuera de los circuitos turísticos habituales, en los pueblos aislados, la gente te mira extrañada, pero lo mismo sucede en muchos lugares de España. También es verdad que en algunos pueblos del centro uno espera encontrarse con El Padrino al volver una esquina.

Fueron dos semanas de un eterno subir y bajar, porque la isla no tiene un solo rincón llano. Comimos, bebimos y adelgazamos, para que se hagan una idea. Creo que debería ir por allí más a menudo.

Supongo que pensaréis que en quince días lo vimos todo, ya que el recorrido típico en autobús dura cinco o seis. Bueno, ya me iréis conociendo a través de este blog. Yo suelo huir de multitudes y de grandes ciudades, una carretera estrecha y empinada es mi mejor reclamo. Hoy os traigo un aperitivo de la capital, porque si nos ponemos con la isla entera nos dan las uvas, pero del 2010. Ya habrá tiempo.

Palermo es una ciudad que se puede visitar perfectamente a pie. Su tráfico es endemoniado, al estilo de México D.F. solo que peor; conducir se convierte en un juego de ganar la posición. Hay semáforos, pero en el centro están de adorno. Algún día escribiré un libro titulado Yo sobreviví al tráfico de Palermo.

Fenicios, cartagineses, romanos, bizantinos, árabes, normandos y españoles han pasado por allí, por lo que la ciudad es un batiburrillo de estilos arquitectónicos. Plagada de palacios, está mucho más limpia de lo que cabría esperar. Los edificios, eso sí, necesitan una manita, porque se les están cayendo a pedazos. Se echa en falta algo de dinero para adecentarlos, pero a mí me parece que tienen su encanto tal y como están.

Los
Quattro Canti es una plaza octogonal del centro histórico de Palermo, donde la Via Maqueda y el Corso Vittorio Emanuele se cruzan. Hay cuatro esquinas, de ahí el nombre, de estilo barroco (s. XVII) cada una con la estatua de un rey español (Carlos V, Felipe II, Felipe III y Felipe IV). En la parte superior encontramos a las cuatro santas protectoras de la ciudad: Cristina, Oliva, Ninfa y Ágata. Es un buen sitio para comenzar la excursión.


Continuando por el Corso Vittorio Emanuele llegamos a la catedral, de estilo árabe-normando, muy diferente a las que podemos encontrar en España.




Muy cerca de allí está la Porta Nuova.



Por el camino hemos visto este palacio en la Piazza Bologni.



San Juan de los Eremitas ...


... nos sorprende por su altura, teniendo en cuenta su antigüedad: fue fundada por Roger II en 1145.




Sólo hay un sitio desde el que ver sus cinco cúpulas a la vez, pero con un poco de paciencia podemos encontrarlo en el pequeño jardín que hay junto al claustro.



Vamos camino de la Capilla Palatina y sus mosaicos. Aprovecho para sacar un par de fotos mientras esperamos. Comienza a llover suavemente. Esta capilla se empezó a construir en 1130, año en el que Roger II es coronado como primer rey de Sicilia y tardaron trece años en terminarla.





El interior es una maravilla. La encontramos en el Palacio de los Normandos, del siglo IX. La capilla está dedicada a San Pedro.






Seguimos viendo iglesias, bellamente decoradas, como la de los jesuitas.






Otros dos palacios, bajo la lluvia.




No podía faltar una visita al puerto por la tarde.





El segundo día amaneció mucho más soleado. Aprovechamos para rematar algunos flecos que nos habían quedado pendientes, como la Iglesia de Santa María del Almirante o Martorana, completada en 1143 gracias a una generosa donación del almirante Jorge de Antioquía.




El interior guarda una sorpresa: mosaicos bizantinos.






Esta otra es la Iglesia de San Cataldo, de época normanda (1150). Las cúpulas rojas son de estilo árabe.



Su interior es completamente distinto al de la Martorana.




Nuestros últimos instantes en Palermo. Hay que alquilar el coche y comenzar nuestra vuelta particular a la isla.



sábado, 5 de enero de 2008

El Hierro I

Sigo experimentando con el tamaño de las fotos, para que las veáis en plenitud sin ocupar demasiado el espacio que nos da Blogger. He dividido la visita en dos entradas por comodidad. Se trata de mi último viaje, el primero de muchos a las Islas Canarias, una parte de España que tenía demasiado abandonada.

La isla de El Hierro es la más occidental, la más meridional y la más pequeña de las siete islas Canarias, pero sus paisajes volcánicos merecen la pena y el mar bate sin descanso la accidentada costa. Una nube se había instalado en el centro de la isla durante los tres días de mi visita, así que hacía sol muy temprano por la mañana y con la puesta de sol. El resto del tiempo, con el sol en lo más alto estuvo bastante nublado. Lo digo, no por hablar del tiempo, sino porque afectó a las fotos.

Las carreteras están muy bien asfaltadas y hay muy poco tráfico. Los herreños son gente muy amable, acostumbrada a los turistas y a sus cámaras de fotos.

Esa mañana me levanté un poco más temprano de lo habitual porque quería sacar unas fotos del amanecer sobre el Roque de Bonanza.






La excursión consistía en subir a lo más alto de la isla, el pico de Malpaso, con sus 1.500 metos, ver la ermita de la Virgen de los Reyes, visitar un sabinar espectacular y el mirador de Bascos.

Para otro día os reservo la segunda parte de la excursión: el faro de Orchilla, en la parte occidental de la isla, y la Playa del Verodal, para terminar en la costa norte, junto a Sabinosa. Me dejo algunas cosas por el camino porque son menos importantes y me guardo otra un par de fotos para una entrada que estoy preparando en mi otro blog, El corazón del escorpión y que estará relacionada con meridianos.

En muy pocos kilómetros se gana una altura considerable, recordad que tenemos que ascender 1.500 metros y que la isla apenas tiene 40 km de punta a punta. Las nubes crean un falso horizonte, que en realidad está bastante más abajo.



El interior de la isla tiene buenos bosques de pinos y una carretera para mí solo. Las nubes corren de un lado para otro, llevadas por el viento.



La carretera pronto se convierte en una pista forestal.



De aquí es de donde venimos.


Y aquí es hacia donde vamos. Los herreños no conocen los quitamiedos, pero la caída impresiona.



Por aquí a la izquierda no queremos ir, al menos con el coche.


En este punto es mejor girar a la derecha.


Las vistas merecen la pena.



Llegamos a la Ermita Virgen de los Reyes.




Los colores de la lava destacan con este cielo tan azul.



El camino hacia el mirador de Bascos no es muy ancho que digamos.


Una vista panorámica en vertical.


O en horizontal, como prefieran.


Si se preguntan qué hay detrás, sepan que yo también lo hice. Podemos asomarnos con cuidado.



¿Qué esperaban?


La carretera serpentea allá abajo, entre los campos de lava, mientras el mar reclama incansable el terreno perdido.


Llegamos al sabinar. Me había informado, pero aun así me sorprendo con las formas de los árboles.


Hace poco vi una foto en blanco y negro de esta parte de la isla. Y no quedaba mal.


Los árboles, vencidos, aún guardan algo de su dignidad.



Yo diría que caminan colina abajo cuando no los miramos.



Este simulacro de árbol tiene la copa mal puesta. Me recuerda a uno de esos muertos vivientes que lleva la cabeza bajo el brazo.


Éste nos deja pasar con mucha amabilidad.





Me recuerda a la Victoria de Samotracia. Parece que se alegre de vernos y que vaya a abrazarnos de un momento a otro.




Serán imaginaciones mías.