viernes, 18 de septiembre de 2009

Niágara

Una cortina de agua de cincuenta metros de altura aguarda a los inexpertos marineros del Maid of the Mist, una excursión imprescindible para admirar de cerca esta maravilla de la naturaleza.


Un poco antes, ya en el barco, hemos pasado junto a las cataratas americanas. Al fondo se observa parte del puente que une las dos orillas, así como el mirador construido en los Estados Unidos para compensar el hecho de que se vean mejor desde Canadá.


Fue una tarde de tormenta en la que apenas cayeron unas gotas de lluvia, pero que me brindó la posibilidad de jugar con las luces y sombras. Esta foto ya la habéis visto algunos en Flickr y en mi otro blog, pero no me resisto a ponerla, aunque más pequeña.


Las cataratas, formadas en la última glaciación, continúan erosionando el terreno, retrocediendo por el curso del río que lleva el mismo nombre.


Un rayo de sol se cuela entre las nubes en el momento justo, mientras los barcos siguen zarpando sin descanso, llenos de turistas eufóricos, armados hasta los dientes de la más reciente tecnología.



Observamos la puesta de sol desde la tranquilidad de uno de los muchos miradores. Hay gente por todas partes, pero el espacio es amplio y nos repartimos. Como de costumbre, la mayoría se conforman con salir en un par de fotos, así que el resto disponemos de tiempo de sobra para disfrutar las vistas con calma.




La luz cambia constantemente y las fotos caen en una sucsión imparable. La sensación de estar viviendo un momento único que seguramente se repite todas las tardes. Esa cantidad tremenda de agua que se eleva al fondo, arrastrada por el viento.



Una hamburguesa en un conocido restaurante mientras hacemos tiempo para que caiga la noche e iluminen las cataratas. Por desgracia hoy no hay fuegos artificiales.




A la mañana siguiente aún nos da tiempo a dar otra vuelta, antes de coger el autobús de vuelta a Toronto.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Kew Gardens II

Os llevo hoy al interior de la Palm House, uno de los invernaderos de este jardín botánico de Londres. Fue construido por Richard Turner en 1848, en estilo victoriano, y replica las condiciones de los bosques tropicales.

Si alguien busca la otra entrada de Kew, difícilmente la encontrará aquí, porque está en El corazón del escorpión.


Las plantas lo invaden todo. Algunas visten el tronco con una curiosa espiral de púas, otras prueban la solidez de los cristales que marcan su encierro. La escalera queda prácticamente oculta.




Pero si nos fijamos bien, podremos admirar la estructura de hierro y cristal.



Las palmeras están distribuidas por zonas geográficas, excepto las más altas, que se encuentran en el centro del invernadero. Esta foto no era fácil, con esa mezcla de luces y sombras.






El paseo termina por hoy. Volveremos cuando hayan pasado unos meses.


Por cierto, se me olvidaba, ahora he crecido un poco y si no me agacho, este avión me da en la cabeza. Si es que van como locos.